
Una vez entré a una pequeña capilla que estaba completamente vacía. La capilla era muy sencilla y luminosa y sobre un altar había una bella estatua de la Virgen María.
Yo no soy creyente, pero fui criado por una madre que sí lo era, estudié en colegios religiosos y las raíces culturales, claro, difícilmente se pierden. Bueno, mientras miraba a la Virgencita se me ocurrió que debía de sentirse muy sola en ese lugar. Y fue así que se me ocurrió que, tal vez, le gustaría tener a alguien con quien conversar, aunque no fuera un creyente, ni tanto menos un santo.
Así fue como empezó mi amistad con la Virgencita, y así fue como nacieron estas historietas. Nuestras conversaciones no son para nada convencionales y creo que esto se debe a que me acerco a Ella con una perspectiva distinta que le hace decir cosas que normalmente no diría.
Espero no ofender a nadie con estos cuentitos: mi único objetivo es el de traer un poco de buen humor, hacer pensar y, sobre todo, humanizar a uno de los personajes más importantes de la Historia.
En estas pocas páginas están contenidos algunos de los cuentecitos ya publicados en el homónimo libro.